martes, 16 de octubre de 2012

Cómo es el Monte Pindo

El Monte Pindo está cerca de Carnota (A Coruña) e impresiona mucho con sus piedras gigantes de formas caprichosas que te rodean durante todo el ascenso hasta La Moa, cumbre desde donde te ofrece unas vistas espectaculares.

Tiene un aire a la Ciudad Encantada de Cuenca, pero con camino mucho más complicado y cansado: dos horas y media cuesta arriba siguiendo un arroyo. Cansado, pero muy recomendable, sobre todo para amantes de la aventura como yo.

Me crucé con 8 perros y 2 perras, todos sueltos, disfrutando del paseo con un comportamiento ejemplar. Me olieron mis partes, como indica el reglamento perruno (y lo más apropiado para un lugar relacionado con ritos de fertilidad), y después cada uno siguió camino con su manada.

Pero el comportamiento humano en ese monte, sobre todo en su cima, deja mucho que desear. En cuanto te acercas a La Moa se empiezan a ver nombres y fechas en las piedras; algunos pintados, otros grabados a base de cincel. Una pena.

Igual que a muchos de nuestra especie les gusta dejar su marca meando por doquier, hay humanos que creen que dejando su nombre escrito en un sitio tan paradisiaco, van a alcanzar fama y gloria entre sus congéneres. Pobres.

Así que en mi programa electoral a la Presidencia voy a incluir unas medidas para subsanar este defectillo humano:
1) Investigación de la autoría (cosa que no es difícil porque dejan el nombre de los amigos junto al nombre de su pueblos y la fecha en la que estuvieron allí).
2) Inclusión en el listado de humanos peligrosos.
3) Obligatoriedad de llevar las manos atadas cada vez que se acerquen a un monte.
4) Obligatoriedad de asistir a una terapia de sensibilización ambiental.


(Si se os ocurre algo más, decídmelo...)


Por cierto, al bajar del Monte Pindo, en el bordillo de la acera del aparcamiento de detrás de la iglesia de O Pindo, dejé abandonada una cámara de fotos. Cuando volví a por ella ya no estaba. Se la había llevado un humano (porque si fuera un perro habría restos de la funda hecha jirones). Si conocéis a alguien que haya estado allí este sábado pasado, preguntadle, que en la cámara tenía un montón de fotos de un rubio juguetón que conocí el viernes por la noche en la Playa Mar de Lira.

Jello, te echo de menos!






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