lunes, 20 de febrero de 2012

Cómo es el amor entre los perros (V) (Rass)

Rass era un cachas, mejor dicho un megacachas, tenía un cuerpazo de esos que te hacen girar la cabeza, acompañado por una fuerza descomunal, incontrolada. Rass en vez de morder palos destrozaba troncos. Pero, según me han contado, también era un bonachón, con un corazón tan grande como su pecho.

Con Rass era mejor no jugar, ya lo sabían bien los humanos. Aunque su intención siempre fuera buena, aunque solo pretendiera divertirse, la potencia sin control se le desbordaba y alguien acababa dolorido...

Como Rass era tan guapo y tan bien formado, tuvo muchas proposiciones deshonestas y me consta que, con ayuda mamporrera, alguna descendencia dejó. Pero la perra que más le marcó fue su primer amor, Layla.

Layla era blanca, guapa, lista, con carácter, pero bastante transtornada debido a su "profesión". Tenía encomendada la misión de proteger la mercancía de un camión, por eso pasaba muchas horas dentro, sin luz solar, haciendo kilómetros.

Rass no sabía nada de su vida cuando la conoció; pasó 3 días con ella y quedó marcado. A partir de ese momento, cuando escuchaba el nombre de "Layla" pegaba un salto, un salto enorme que superaba las cabezas de los humanos sentados en el sofá. Daba igual que estuviera dormido y que hablaran de Layla susurrando, el resorte se accionaba y Rass salía volando.

A Rass le mató un garrapata después de un largo fin de semana en la sierra del Xurés. Estaba triste, dejó de comer y no le afectaba ni el jarabe antianoresia que le recetó el veterinario. Se consumió.

Pero yo creo que, además de la garrapata, a Rass le entristecía el recuerdo de Layla, de su penosa situación, de la amargura de su existencia, de lo que pudo ser y no fue...


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