viernes, 22 de junio de 2012

Cómo son los recuerdos

Mi antedecesora perra Rosi pasó muchos de los veranos de su vida en Espergua, Obarenes, en una casa de piedra sin luz eléctrica ni agua corriente, rodeada de monte y más monte, a la que se llegaba por una pedregosa calzada romana.

No había vecinos, ni ruido, ni señales de prohibido.

Si querías ver a algún humano que no fuera de la familia (compuesta por 2 parejas, con 3 niñas, un niño y una abuela) tenías que visitar al carbonero, un señor con la profesión de Tasio que vivía cerca durante el verano, en una chabola de autoconstrucción al lado de su lugar de trabajo, su carbonera.

Si buscabas otro humano con más comodidades, que incluso te pudiera invitar a tomar algo, había que andar unos cuantos kilómetros para llegar al pueblo abandonado de Obarenes, con su monasterio benedictino del siglo IX lleno de ovejas. Allí vivía solo un pastor, excepto cuando rodaron Pecata Minuta.

Esa visita al monasterio de Obarenes era la excursión que menos gustaba a la Rosi, porque las ovejas que dormían dentro tenían pulgas y los perros que las cuidaban mal carácter.

Bastantes años después de que la Rosi dejara este mundo de perros, en Espergua también hubo ovejas que estaban al cuidado de Tango y Cash, un par de hermanos mastines criados desde pequeños con la misión asignada de conducir al rebaño cada mañana hacía determinadas praderías, protegerlo de cualquier peligro y devolverlo al establo al anochecer.  Y cada mañana, Tango y Cash marchaban detrás de esos animales perezosamente, regresando de la misma manera a última hora del día.


Pero a veces con ellos no volvían todas las ovejas, faltaba algún miembro del rebaño sin que Tango o Cash demostraran ninguna intranquilidad. No parecían ni siquiera cansados.

Y empezaron a sospechar, y les empezaron a vigilar, para descubrir que muchos días dejaban que las ovejas siguieran con su borrega rutina de ir y volver, mientras que ellos se quedaban durmiendo a la sombra, a la vuelta de la esquina.

Tango y Cash tuvieron problemas por ser bastante vagos, ... y también por no saber contar ovejas...


En esa casa de Espergua había vivido la tatarabuena de mi humana, y tuvieron la suerte de disfrutarla sus descendientes. Las anécdotas que la rodean dan para llenar un blog.

Hace tres días se declaró un incendio y ahora es una ruina, una ruina más de los montes Obarenes...

Cuántos buenos recuerdos han ardido con ella!



No hay comentarios: