lunes, 23 de abril de 2012

Cómo es el inconsciente aprendido

Ya os he contado que a primera vista te das cuenta de que mi amiga Lola es una hembra Beta, tirando a Betadine. En su casa o en la mía, en la ciudad o en el coche, no quiere separarse de su humano, como si tuviera un imán en su pierna; pero cuando llega al monte...

En el monte Lola se transforma, se concentra, se crece, suelta destellos de autoestima; porque allí sabe exactamente lo que tiene que hacer, la misión; su inconsciente recuerda para qué fue entrenada y retrocede a los tiempos en los que su bienestar dependía de su habilidad para encontrar conejos.

Y huele, corre, busca, se separa, se pone hiperactiva. Pasa de mi pelota, pasa de mi frisbi, pasa de mí...



También sabe de pastoreo, y cuando ve ovejas enseguida se pone guardiana. Es una perrita polivalente, vale un montón.

Pero del entusiasmo no salen los conejos, solo salen de vivares, y probablemente a Lola le pasó como a Pistoli: no superó la prueba del nuevo periodo de caza, no respondió a la esperanza puesta en ella, y le dieron puerta: quedó abandonada en el monte.

A pesar del trauma que supuso aquel abandono, Lola (al igual que Pistoli y que yo misma) ha tenido mucha suerte y fue adoptada por un humano que cuanto menos conejos encuentra, más la quiere.

Lola pone un entusiasmo tan grande en la búsqueda de madrigueras que yo, a veces, miro perpleja cómo disfruta. Y cuando veo cómo se obsesionada con el olor a conejo, noto que dentro de mí está naciendo un "sentimiento". Algo especial. Hacemos tan buena pareja...



Lola, la próxima vez que vengas a mi casa, te voy a regalar mi hueso de cebra con sonido, ese que tanto te gusta,... y voy a dejarte una nota dentro...



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