Este finde estuve en A Capela (Coruña). Un sitio muy recomendable. Tiene todo lo que me gusta a mí: grandes espacios abiertos para correr, ríos de aguas vivas pero no profundas para bañarme, palos de árboles autóctonos para destrozar, y... un montón de animales para perseguir...
Compartí viaje con Fuko, un enorme gato de ojos superamarillos y un pelo negro aún más brillante que el mío, que ya es difícil...
No tuvimos mucha relación porque, desde la ventana, me pilló en plena actuación persiguiendo a los gatos de la zona, y se asustó. Fue un momento de debilidad del que me arrepiento, pero que acabó con una posible amistad entre Fuko y yo.
Efectivamente, Tobi apareció en cuanto nos oyó llegar, embroncado y con la firme intención de morderme. Al principio me asusté pero luego me empezó a hacer gracia, tan bajito, tan llavero.... Y comencé a amagarle, provocándole para luego esquivarle, hasta que agoté su paciencia.
Luego, de repente, descubrió por algún efluvio que se había enamorado perdidamente de mí, sin poder dejar de gritarlo a las 4 vacas, con extraños sonidos guturales que acompañaba con ojitos de corderito mimosín...
Un poco más tarde, para completar el trío, apareció por allí Lúa que venía a cotillear. Me imagino que saludar con un mordisco será una tradición en la zona, porque también me enseñó su dentura abriéndola con tembleque... Aunque luego resultó ser muy cariñosa, con tendencia a colocarse panza arriba....
Lo que no sabíamos era que los tres íbamos a vivir una experiencia de alto riesgo que nos iba a unir...
(Continúa mañana)
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